El asesinato del futbolista colombiano Andrés Escobar, “responsable” de dejar afuera al seleccionado de su país durante el Mundial de Futbol de 1994, es aún recordado como una tragedia absurda entre sus compatriotas. Pero el escritor Ricardo Silva Romero, con su novela Autogol, aporta algo más que el recuerdo de aquel infortunio.
Puede que la imagen internacional de Colombia, forjada en los medios del mundo con excesivas pinceladas de guerrilla y narcotráfico, ya estuviera demasiado ligada a las muertes violentas antes de 1994. Ese año un “nuevo tipo” de muerte violenta se asomó imprevistamente en Medellín; un hincha de futbol asesinó al futbolista Andrés Escobar por creerlo culpable de la anticipada salida del equipo colombiano en el Mundial de Estados Unidos.
Lo anterior es una descripción rápida, y por tanto incompleta, de una historia trágica que comenzó con el prometedor ascenso del futbol colombiano en la escena internacional (si hasta Pelé apostaba por una Colombia triunfante en el Mundial del 94) hasta diluirse primero en 90 minutos decepcionantes y, luego, de forma brutal, en un asesinato inexplicable.